Los dos primeros capítulos tocan, de alguna manera, aspectos de la visión objetiva de la gestión.

El tercero hace relación a la visión intersubjetiva y el cuarto a la visión subjetiva. El primero, titulado gestión de la estrategia, se soporta en competencias conversacionales que son clave para que dicha gestión sea efectiva, en el dominio de la realidad, la posibilidad y el diseño, las acciones coordinadas y los resultados y el aprendizaje. En el segundo capítulo, denominado gestión de los compromisos, va más allá de la tarea en sí (el hacer) e incluye las relaciones (el ser).

Se profundiza sobre los aspectos que hacen posible un excelente desempeño por medio de soltar el mando y el control de las acciones individuales, y saber coordinar acciones mediante conversaciones productivas que se pueden enfocar en corregir desviaciones, mejorar las competencias, desarrollar el potencial o alimentar o reconstruir la confianza.

El capítulo 3, titulado gestión de la cultura, tiene como objetivo crear un estado emocional de confianza que invita a la colaboración y a la coinvención, y cuyos logros se pueden medir por el bienestar y la confianza que sienten todas las partes interesadas mientras interactúan para conseguir un resultado.

Y el capítulo cuatro, llamado gestión de sí mismo, se ocupa de desarrollar la integridad del líder, mediante la autoobservación y la autoevaluación del ser humano que estamos siendo vs el que queremos ser. Estos dominios están tan relacionados unos con otros, que la explicación que hago de cada uno de ellos por separado es solo con el propósito de facilitar la comprensión de los conceptos más relevantes.

Pero como se dará cuenta el lector es difícil hablar de la estrategia al margen de la cultura y de los comportamientos en los cuáles esta última se manifiesta. Así mismo no podríamos abordar la cultura sin tener en cuenta el dominio de la conciencia y tampoco hablar de los comportamientos y los compromisos al margen de un contexto estratégico que los valide.